Somos las decisiones que tomamos al levantar la carta de la
baraja que nos ha tocado.
Siempre he pensado que estamos condicionados por el lugar en
que nacemos y las experiencias que esto conlleva, más o menos comunes entre
todos aquellos que han nacido en el mismo lugar, ya que el entorno influye
mucho en crear nuestra personalidad a
pesar de que cada uno somos diferentes por las situaciones, experiencias
individuales y la educación y valores recibidos. Aún así, creo también en que
cada uno de nosotros puede “escoger” de alguna manera su camino, como puede
elegir entre el bien y el mal (aunque esto es relativo).
Dentro de lo que le ha tocado a cada uno vivir tiene varios
caminos u opciones que harán que llegue a un punto u otro, cosa que no quiere
decir que quien tome un camino luego no podrá retroceder (hay tantos
condicionantes). Demasiadas decisiones que tomar, cuestiones que asumir y
errores que cometer… La vida no es fácil, para nada. A veces ni siquiera es
llevadera, pero cada día es una nueva oportunidad para cambiar todo aquello que
no nos gusta, que nos hace sentir mal y sufrir. Nada es eterno (ni las
situaciones, ni nosotros), así que es preciso cambiar estas cosas por lo menos
para conseguir ser felices.
El cambio, la mejora, la felicidad…está en nosotros, pero la
mayoría del tiempo lo empleamos en buscar en otra parte por miedo a
destaparnos, o simplemente por desconocimiento.
No sé si existe el destino, a veces creo (un poco) en él,
cuando analizo situaciones o personas con las que me he cruzado y he llegado a
la conclusión de que debía ser así (aunque igual es simplemente la alegría e
ilusión de decirme que esas personas tarde o temprano tenían que llegar a mi
vida).
Si existe el destino, de alguna manera el libre albedrío se
va esfumando y no queda más que un camino escrito y predeterminado que estamos
destinados a vivir y a completar, con algunos obstáculos que nos llevarán justo
al punto en el que se supone que debemos acabar.
Tampoco creo en el cielo ni en el infierno… no sé qué pasará
conmigo cuando me convierta en polvo… pero siempre he querido volver a vivir,
porque a pesar de que no todo sea del color de rosa considero que la vida es
bella, que las cosas más simples son dignas de admiración, y que es demasiado
breve como para hacer todo lo que me he propuesto en esta vida, demasiadas
cosas pendientes me parece a mí.
Porque para el poco tiempo que estamos aquí lo malgastamos
demasiado, con preocupaciones absurdas (o tal vez no), con indecisiones, miedos
y prejuicios. Las obligaciones nos quitan demasiado tiempo, ya que al final nos
tenemos que adaptar al ritmo de vida en general, al planteamiento de la
sociedad y de lo que se espera de ella, sobre todo por necesidad.