Look up and get lost

Look up and get lost

jueves, 9 de mayo de 2019

Reflexiones


Somos las decisiones que tomamos al levantar la carta de la baraja que nos ha tocado.

Siempre he pensado que estamos condicionados por el lugar en que nacemos y las experiencias que esto conlleva, más o menos comunes entre todos aquellos que han nacido en el mismo lugar, ya que el entorno influye mucho en crear nuestra personalidad  a pesar de que cada uno somos diferentes por las situaciones, experiencias individuales y la educación y valores recibidos. Aún así, creo también en que cada uno de nosotros puede “escoger” de alguna manera su camino, como puede elegir entre el bien y el mal (aunque esto es relativo).

Dentro de lo que le ha tocado a cada uno vivir tiene varios caminos u opciones que harán que llegue a un punto u otro, cosa que no quiere decir que quien tome un camino luego no podrá retroceder (hay tantos condicionantes). Demasiadas decisiones que tomar, cuestiones que asumir y errores que cometer… La vida no es fácil, para nada. A veces ni siquiera es llevadera, pero cada día es una nueva oportunidad para cambiar todo aquello que no nos gusta, que nos hace sentir mal y sufrir. Nada es eterno (ni las situaciones, ni nosotros), así que es preciso cambiar estas cosas por lo menos para conseguir ser felices.

El cambio, la mejora, la felicidad…está en nosotros, pero la mayoría del tiempo lo empleamos en buscar en otra parte por miedo a destaparnos, o simplemente por desconocimiento.

No sé si existe el destino, a veces creo (un poco) en él, cuando analizo situaciones o personas con las que me he cruzado y he llegado a la conclusión de que debía ser así (aunque igual es simplemente la alegría e ilusión de decirme que esas personas tarde o temprano tenían que llegar a mi vida).

Si existe el destino, de alguna manera el libre albedrío se va esfumando y no queda más que un camino escrito y predeterminado que estamos destinados a vivir y a completar, con algunos obstáculos que nos llevarán justo al punto en el que se supone que debemos acabar.

Tampoco creo en el cielo ni en el infierno… no sé qué pasará conmigo cuando me convierta en polvo… pero siempre he querido volver a vivir, porque a pesar de que no todo sea del color de rosa considero que la vida es bella, que las cosas más simples son dignas de admiración, y que es demasiado breve como para hacer todo lo que me he propuesto en esta vida, demasiadas cosas pendientes me parece a mí.

Porque para el poco tiempo que estamos aquí lo malgastamos demasiado, con preocupaciones absurdas (o tal vez no), con indecisiones, miedos y prejuicios. Las obligaciones nos quitan demasiado tiempo, ya que al final nos tenemos que adaptar al ritmo de vida en general, al planteamiento de la sociedad y de lo que se espera de ella, sobre todo por necesidad.

Gente tóxica


¿Quién dice que ser la oveja negra es malo? Simplemente es ser diferente, es escapar de lo establecido por aquellos que no tienen ni idea, no tienen más razón que la suya propia, pura subjetividad.

Todo son opiniones, hasta determinar quién es y quién no. ¿Dónde está el punto de inflexión entre una y otra? Ni todos los buenos lo son tanto, ni los malos tampoco… Aunque a veces el lobo se esconde bajo la piel de cordero, así que ni siquiera puedes fiarte de las primeras impresiones porque no son ciertas, bueno, el tiempo dirá.

Escribo para imprimir y borrar a su vez la rabia, la irascibilidad que se apega a mis entrañas, la que necesito liberar por estar cargada de demasiada amargura, de injusticia…

Pena, por no poder liberar los ojos, ni las mentes… y menos los corazones de la sin razón.

Tristeza de no poder hacer ver otras dimensiones, otras alternativas, que hay diversas perspectivas de ver la vida y ninguna es más o menos correcta, todas son únicas a un ser y a la misma vez compartidas con otras individualidades dentro de la sociedad, que es la que se reconoce y catalogan como grupo. Aunque tal vez lo más fácil es catalogar dos únicos grupos: “Gente tóxica” y “Gente no tóxica” y a partir de ahí decidir hasta donde estamos dispuestos a ir, qué raya queremos cruzar, por cuanto tiempo y las consecuencias de ello.

La infelicidad de los demás nos puede hacer la vida imposible, nos puede amargar tanto que incluso nosotros podemos caer en la trampa e ir creando una cadena de toxicidades sin fin. Por eso hay que cortar a tiempo, hay que alejarse por lo menos un mínimo de tiempo y espacio para no contagiarse, hay que ser como se es y hacer oídos sordos al veneno envuelto en papel de regalo.