Como un gato observa a su presa te observo, así, detenidamente.
Aunque el fin de quedarme pasmada observándote no es precisamente el de
despedazarte entre mis fauces por diversión o curiosidad. Sino simplemente
porque hay algo en ti que no puedo dejar de mirar aunque sea invisible. Como si
te posases ante mis ojos y con un movimiento repetido hicieras tintinear un
cascabel, captando mi atenta mirada. Y entonces lo hicieras saltar hacia mí, me
lo acercases tanto que de la pura emoción quisiera tocarlo con mis propias
"manos", extendiéndome para tu encuentro, para cogerte y no dejarte
escapar.
Así te observo de lejos y de cerca, aunque nada de esto pase. De
vez en cuando te paseas por la estancia, coges objetos, los dejas, das vueltas
de aquí para allá concentrado en tu labor, se te ve en la cara y... me encanta.
Me encanta mirarte, observar y analizar cada uno de tus gestos, gestos que
nunca serán míos pero que puede que llegue a producir. Y de repente no sé si
porque anhelas mi mirada o porque te sientes observado me miras en silencio y
tanto tus ojos como tus labios sonríen y los míos no hacen más que
corresponderte, pues me arrancas la sonrisa del alma.
Casi un minuto después sigo sonriendo por fuera, lo que no sabes
es que la sonrisa por dentro no se extingue sino que queda viva hasta el
siguiente encuentro incrementándose en mi interior. Y así, sigo observando tu ir y venir como si encantada estuviese,
como si esperase a que volvieses a mirar a que te acercases y me besases antes
de hacerlo yo.
Como un gato te observo
detenidamente, con tiempo y paciencia, llena de excitación, espero sentada y
sigo observando maravillada tu imagen frente a mis ojos brillantes. Espero a
que llegue el momento en que mires. Una vez que lo hagas, no te dejaré escapar.