Un día decidió partir, dejarlo todo atrás con la intención
de conocer mundo, de adquirir experiencias, aprender a valerse por sí solo, él
y su moto, la única cosa que en esta aventura podía demostrarle que era real,
no era un sueño, estaba vivo.
La despedida fue corta y dolorosa, dejaba atrás a su familia
y amigos, a todos aquellos que realmente le querían. Por eso marchó lo antes
posible, sin pensarlo demasiado.
No se permitió mirar atrás en ningún momento porque sabía
que aunque se mostraba fuerte y decidido, si en algún momento se decidía a
girarse y mirar las caras de ojos
tristes de los que dejaba atrás, se quedaría y no partiría jamás, pero no lo
hizo.
Tomó un rumbo desconocido, siguiendo la melodía inaudible de
la vida, sintiéndose cada vez más vivo y despejado olvidándose de todo excepto
de quién era y de donde venía, pero este era un viaje más que para conocer lo
exterior conocerse a sí mismo, hasta donde podía llegar, cuanto podía resistir,
buscaba la paz interior, vaciarse de todos los tormentos.
Y allí iba él, con lo necesario para sobrevivir un día, solo
uno.
Cuanto más aceleraba más se olvidaba de todo excepto de su
objetivo, su pelo ondeaba por el viento y la velocidad, su corazón latía
desbocado, libre, y se sentía morir renaciendo una y otra vez, cada una de
estas veces más vital que la anterior.
Con los años aprendió a sonreírle a la vida como no supo
hacerlo antes, aprendió también a valerse con poco, muy poco, prácticamente no
necesitaba nada, todo lo que necesitaba estaba en él.
Un día partió huyendo de su pasado, esto es por lo menos lo
que él pensaba, porque realmente huía de sí mismo, los años le demostraron que
esto era así.
Toda la gente que conoció en su viaje le enseñó una cosita
más que le vendría bien en la vida, es entonces cuando aprendió a escuchar, y
no solo a escuchar, a sentir las palabras, interpretarlas sin dejarlas escapar,
crear su propia opinión a partir de experiencias, pues ya no le valía solo lo
que dijeran los demás, no, ahora y como
todos, necesitaba aprender de lo vivido, pues no hay mejor manera para aprender
que cayendo una y las veces que haga falta hasta darnos cuenta de que algo es
así.
Las cosas que se aprenden mediante la experiencia no se
olvidan y eso es una de las cosas que aprendió en su viaje.
No lo hizo todo rápido y corriendo pues todo tiene y lleva
su tiempo, se lo tomó con calma, los años que le hicieran falta, el tiempo
necesario, pues aunque corría sin detenerse, tenía tiempo, y no es que tratara
de convencerse a sí mismo, pues sabía que era así realmente.
Cuando se creyó preparado para enfrentar la realidad de sus
días pasados, capaz de querer con todo el corazón, de dar sin necesidad de
recibir tomó la decisión de volver.
Cogió su vieja moto y emprendió el regreso por caminos
terrosos llenos de grava que se levantaba a su paso. De vez en cuando una
piedrecilla chocaba contra las ruedas de su moto, pero hoy como el día en que
partió no se dejó distraer de su objetivo, que esta vez era llegar a casa con
los suyos, mostrarles el agradecimiento que nunca supo como mostrar, ahora
tenía tanto para dar, y todavía mucho tiempo por delante, pero las cosas habían
cambiado para todos, pues después de tanto tiempo, todos serían un poquito más ''viejos''.
En todos estos años nunca dejó de soñar con volver a casa,
todos los días pensaba en los suyos, en como estarían, en si lo echarían de
menos, y en si la vida quería que se volvieran a encontrar tarde o temprano…
Y hoy era ese día, más temprano que tarde pues ya no había
tiempo perdido, sino ganado y encontrado.
Y allí estaba él con su vieja Harley Davidson con la
carrocería negra desconchada por los años, había sufrido lo mismo que su dueño,
tempestades diversas pero días hermosos también, donde el sol lo bañaba todo de
felicidad y un encanto especial. Pues como bien dicen ''después de la tempestad
viene la calma'' y así era.
Los años no habían pasado en vano, pues donde siempre hubo
una bonita y lisa melena negra como el azabache ahora no había más que pelo
corto alborotado y gris. Le había crecido la barba que le daba un aspecto más
masculino, sus rasgos habían cambiado, habían endurecido, pero esto no dejaba
de hacerle más sexy, los años le sentaban bien, ahora era ''realmente'' un
hombre .
Volvía por el mismo camino por el que había partido, una
vieja vía del tren abandonada.
Ya casi estaba en casa, en su dulce hogar, y no podía evitar
sonreír, lo que al principio solo era una leve sonrisa no pudo dejar de
ampliarse a cada metro que se iba acercando.
Y allí a lo lejos estaba, la casa de su infancia, de su juventud,
de sus sueños y ahora de su madurez.
El corazón le latía desbocado como cuando partió, pero esta
vez era diferente, era por amor, amor a todo lo que había dejado atrás, a todo
lo que realmente significaba para él.
Y ya a tan solo 2 metros vio salir a todos ellos, figuras
conocidas y desconocidas a la vez, estaban todos tan cambiados, mostrando en
sus rostros la manera en la que la vida les había tratado, pero sus ojos y sus
sonrisas seguían teniendo la juventud y vitalidad de siempre, reflejando el amor
que le tenían y recibiéndole con los brazos abiertos, pues le entendían y no le
guardaban ningún rencor, que si alguna vez hubo ya había desaparecido por
completo.
Ahora solo se oían gritos de felicidad, palabras bonitas,
llantos felices acompañados de enormes sonrisas de dientes perfectos.
Abrazos, besos, mimos y caricias…
Noches enteras sin dormir por querer recuperar el tiempo ''perdido'' en las que se contaban fascinantes historias tan reales pero
fantasiosas que parecían surrealistas, historias inventadas, pero no, la
realidad podía superar con creces el sueño.
Nunca se arrepintió de haber partido, pero menos se
arrepentía de volver.