Look up and get lost

Look up and get lost

viernes, 28 de septiembre de 2012

Un bosque mágico


Respirar forzoso, paisaje borroso, el eco de los latidos de un corazón acelerado retumbando en sus oídos, el crujido de las ramitas que va rompiendo a su paso.  Pelo largo, dorado y suelto ondeando en un vaivén debido a la velocidad.Pesadas gotas de sudor resbalan por su frente hasta encontrarse con las de sus ojos, que caen en un llanto silencioso hasta estrellarse con el suelo terroso por el que corre sin detenerse.

Después de lo que parece una eternidad avista un claro en medio del bosque, pero justo antes de llegar a él, tropieza con las raíces ensortijadas de un precioso árbol milenario cuya belleza fascina a todo aquel que lo encuentra, pero ella cegada por el dolor y el llanto, no lo ve.

Se levanta lentamente, todo le da vueltas; en cuanto a heridas solo tiene una pequeña magulladura en la rodilla y le duelen las manos por intentar frenar la caída.

Es entonces cuando se da cuenta de que no tiene ni idea de a donde le han llevado sus pies en su rápida huida. Está perdida, pero no le preocupa, pues se siente segura bajo aquel árbol en el que se acaba de fijar, el mismo que ha producido que su caída.

Sus ojos no pueden dejar de observarlo maravillados. Cada una de sus enormes ramas es diferente a la anterior, nunca ha visto nada igual. Bajo aquel árbol todo parece ser mágico e irreal. Hasta ha llegado a imaginar que encima de él viven seres fantásticos, que dotan de belleza no solo al árbol, sino también al lugar salido de un cuento de hadas, como los que le contaban de pequeña.
 Sus lágrimas se han secado como por arte de magia y ya ni siquiera recuerda porque lloraba, y tampoco le da importancia.

Opta por relajarse y tumbarse debajo de él arropada por las grandes y duras raíces que se le clavan en la espalda, pero le da igual, eso no es importante ahora.

Cierra los ojos y aspira el dulce olor a lluvia de tormenta de verano, cosa que le impacta porque no ha llovido en todo el día, pero aún así deja libre ese pensamiento que acaba entremezclándose con todos los demás.

Es todo tan maravilloso que pasan horas y horas antes de darse cuenta de que está atardeciendo.
Si no fuera por un ruido casi imperceptible que la ha puesto de súbito en alerta, hubiese permanecido días tirada ahí, sin dar señales de vida.

Abre los ojos y allí está él, un chico misterioso que le resulta familiar. Intenta hacer memoria pero no se acuerda de la ocasión en que lo podría haber conocido puesto que jamás lo ha visto.
Este le coge de la mano con total confianza y la ayuda a levantarse sin mediar palabra, pero sus rasgos son tan amables que ella ni siquiera se para a pensar en el hecho.

Una vez de pie, aprovecha que él se ha girado un momento para observarlo con mayor atención, y sí, le suena, está claro que le suena, pero no consigue recordar, le es imposible.

De repente él se da la vuelta, en un movimiento tan veloz que ella no tiene tiempo a apartar la vista, cruzándose así sus miradas, clavando él sus brillantes y penetrantes ojos grises en los suyos.

Ella se siente desfallecer, esos ojos, esa mirada que le ha desnudado el alma, no es posible… no puede ser él, pero en el fondo sabe que no hay ninguna duda. El mundo comienza a darle vueltas y está a punto de caer, si no fuera porque él la sujeta fuertemente del brazo y en un movimiento instintivo la atrae hacia sí.

Envuelta en ese abrazo fugaz ha tenido el tiempo y la cercanía justas para oler su piel, dulce olor inolvidable, que despierta su ser invadiéndole un anhelante deseo de pasión.

Suavemente la aparta de sí reteniéndole por las muñecas y la mira directamente a los ojos, ella cohibida se aparta un poco, pero sabe que no puede luchar contra ello, ya no, la fuerza de atracción es demasiado fuerte como para soportarla sin caer en la tentación.

Le tiemblan las piernas, siente el palpitar de su sexo bajo el vestido que ha decidido ponerse esta mañana. El corazón le late a mil por hora y en un imperceptible minuto la preocupación viene a su mente, seguro que él lo oye, oye su corazón a punto de salírsele del pecho, acelerado.

Son solo imaginaciones suyas, pero hay cosas evidentes que no pasan desapercibidas como su turbación o grado de excitación. Su cuerpo y su mirada lo revelan todo, tiene las pupilas dilatadas y no es precisamente por la oscuridad…

Se aleja un poco, pensando en marchar, en no dejarse caer. Intenta resistirse, por lo menos mostrarse fuerte, pero no puede, su subconsciente lo ha decidido y la lentitud de sus pasos la traicionan.

Siente unas manos firmes asiéndole la cintura, que le atraen hacía un cuerpo fuerte y firme. Manos que no tardan en resbalar acariciando su cuerpo liberándolo de todo aquello que pudiera esconder su desnudez, acompañándose de suaves besos ascendentes por el cuello hasta convertirse en dulces susurros de ardiente deseo, de esos que te hacen perder el ánima.

Las manos de él la recorren lenta pero intensamente, proporcionándole el placer del roce de la caricia perfecta en el momento adecuado. Pronto ansía más y no conformándose con sus manos la explora también con la boca, haciéndola desfallecer de placer.

Las caricias regaladas y las ganas de explorar son mutuas, jugando así  a complacerse recíprocamente.
Las ganas de saborear al otro se transforman en el deseo irrefrenable de tomarse como si fuera la primera y última vez.

Sus ropas están esparcidas por el suelo, dibujando la escena perfecta bajo la luna que ha empezado a asomar con su sonrisita pícara para velar por los amantes, que ya extenuados yacen abrazados bajo aquel mar de hojas que ahora caen en un silencioso vals.

La noche es mágica, las estrellas ofrecen un maravilloso titilar y de no se sabe donde emerge el sonido de un apasionado violín solitario. Cuyas notas no son más que la interpretación de la pasión de dos seres que al fin se han encontrado.

No importa el tiempo ahora, ni los problemas, no importa nada, solo ellos y su canción.


domingo, 16 de septiembre de 2012

La música del corazón


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Las notas del piano suenan en toda la estancia relajando a un cuerpo confuso, insuflándole vida, la que parece habersele escapado en un suspiro.

No hay nada que pueda decir, son tantas cosas que siente pelearse por dentro y tan pocas palabras para expresarlo todo...
En su interior se está librando una tormentosa batalla que imposibilita la calma. 
Dicen que después de la tempestad viene la calma, y así es, pero nadie especificó cuanto tiempo dura eso. 

Y así con el ir y venir de escalas interminables va dejándose llevar por la nada. 
Ahora son su manos las que hablan, cada nota es un pedacito de ese nuevo sentimiento que le corroe por dentro, aquel que le hace un ser frágil y humano, que lo lleva a los más alto para después hundirle en lo más profundo y oscuro de su ser para resurgir con más fuerza y para caer desde una altura mayor cada vez.

La estancia se vuelve luz, es él el iluminado, es la pasión con la que expresa su dicha y su desgracia a partes iguales, es el sentimiento que le abraza el que ilumina ahora la sala, todo aquello que tiene para dar y sin embargo tiene miedo a salir para ser compartido por miedo a ser dañado por ello.

Este es el motivo por el que no sabe si reír o llorar, lo que acaba dejando de ser una duda pues sus labios se despegan susurrando lo que su alma quisiera gritar y por sus ojos resbalan dos ríos destelleantes de emoción entremezclándose y acabando por ser los versos más bonitos y tristes oídos jamás sin ser desvelados al mundo audible de la ignorancia y el desinterés.

La composición improvisada va elevándose en un crescendo que conmovería a los corazones más duros transmitiéndoles exactamente el mismo sentimiento que el pianista siente, pero no es escuchado más que por viejos muebles y amplias paredes que le devuelven el eco de su solitud, de su muerte en vida.

Exhausto va aflojando el ritmo de sus dedos y el corazón deja lentamente de latirle desbocado, hasta sumirse todo en un silencio sepulcral.

Con el tiempo la luz se va apagando, las velas crepitantes se van consumiendo poco a poco hasta dejarle sumido en completa oscuridad, sin distinguirse con la oscuridad de la noche, pues ahora es todo uno.

jueves, 13 de septiembre de 2012

Algún día se irán...

Es una bonita mañana, en el puerto se aprecia el reflejo del sol en el mar como destellos de sonrisas surgidas de un lugar olvidado.
El viento mueve las banderitas de los barcos y todo aquello que encuentra a su paso se lo lleva sin siquiera preguntar, ojalá se llevara igual de rápido y lejos todos mis miedos.

Dos pequeños reflejos ardientes quedan iluminados en la sombra por el rayito de sol que se cuela entre la rendija del tejado, llamando la curiosa atención de los viandantes y ciclistas de vidas ajenas.

Los pájaros juegan persiguiéndose en un vuelo sin fin entre el repiqueteo del golpear frenético de alguna parte de la vela del barco contra el mástil.

En el cielo azul celeste se aprecian pequeñas motas de nubes blancas que en algún lugar serán reconocidas como bonitas figuras en la mente de dos amantes. Pero a lo lejos se ven nubes negras, aquellas que anidan en las profundidades del alma cegando lo bueno y positivo de la vida.
Lo bueno es que tan pronto como llegaron y se anunciaron se fueron sin dejar rastro, el viento se las portó elevando una sonrisa. Y así, todo se lo llevó excepto mis miedos y la cobardía que acecha en lo más profundo de un ser dormido esperando el momento del contraataque para así resurgir.

miércoles, 5 de septiembre de 2012

Café frío

Era una mañana cualquiera de otoño, ella estaba preparada para salir a pasear, dar una vuelta a su ritmo disfrutando del fresquito que tanto tiempo había estado esperando.
Mientras paseaba pensaba sonrojándose en la tarde, había quedado con él, ese enigmático chico que hacía temblar su mundo, con el que ningún momento era malo para quedar, verse, conversar...

Estaba intranquila, casi no había dormido esperando el encuentro, se le hacía eterno el tiempo, hasta que después de muchísimas horas por fin eran las 17:30.
Estuvo todo el día en las nubes, bailando al ritmo de la canción de la vida, feliz, extasiada.
Se había puesto un bonito vestido floreado que le quedaba como anillo al dedo, unas bonitas sandalias que lo complementaban y así y con un bolsito salió en busca de su dosis de felicidad.

Llegó al bar de siempre, se sentó cerca de la ventana para verlo venir, aunque todavía era algo pronto, por lo que se pidió un café, cuando el llegara volvería a pedir.

Cuando le trajeron el café humeante lo primero que hizo fue calentarse las manos con la taza, y aspirar su rico olor, dio un pequeño sorbo y se quemó la lengua, así que decidió esperar un poquito más.


Él que siempre entraba sonriente en el bar unos minutos tarde, con olor a humo de tabaco y la saludaba de lejos con una reverencia que a ella le hacía mucha gracia, él que cada vez venía con otro truco que la dejaba sorprendida sin revelar jamás el secreto, y aunque se lo hiciera cada día, aunque fuera el mismo juego, ella siempre estaría admirada, era increíble la maña que tenía él para esas cosas.

Él que le había susurrado palabras de todo tipo al oído, la había acariciado y besado apasionadamente por todos los recovecos de su cuerpo, el mismo que le hizo creer en el amor, que la hizo sentir viva y que pese a todo siempre estuvo allí cuando ella lo necesitaba y viceversa.

Todo eso pasó hacía tanto tiempo, pero ella no lo olvidaría jamás, había convivido la mitad de su vida con ello, y lo revivía una y otra vez, estaba enferma de anhelo, quería revivir todo aquello que un día vivieron juntos, todo lo que se enseñaron mutuamente y los secretos que les reveló la vida en ese tiempo en que nada podía separarles.

Era tan grande la pérdida, tal el vacío de su corazón que se le hacía insoportable, no veía el momento en quitarse ese ''estúpido'' músculo que no le traía más que dolor.

A sus 90 años volvía cada miércoles al mismo bar donde ellos solían quedar, siempre se repetía la misma historia, y cada una de las veces miraba impaciente por la ventana a ver si lo veía venir, a sabiendas de que era imposible, él ya no estaba, pero el deseo de que así fuera, verlo entrar por esa puerta era más fuerte a la realidad, nunca quiso creer que se había ido para no volver jamás.

Y así vivía recordando aquel día en que cuando se dio cuenta ya había anochecido, estaban a punto de cerrar, había estado horas allí sentada sola, con un café ya hacía bastante tiempo frío entre las manos.
Su mirada verde fija en un punto determinado, sin apenas parpadear, estaba lejos, muy lejos, al igual que su mente.

Allí no podía sentir dolor, ni pena, ni anhelo, se dejaba llevar por lo que fuera ese punto calmado donde no había exactamente nada. Fue quizás en este momento en el que se abandonó a sí misma, después de arrastrar durante tantos años dicho dolor. Se veía ya sin fuerzas para seguir enfrentando los días así, repitiendo cada semana la misma historia feliz con amargo final. Cuando llegaban los miércoles despertaba más joven que nunca, con las emociones y sentimientos a flor de piel, como si fuera aquel día ya tan lejano, sacaba lo más bonito de su armario, siempre aquel bonito vestido floreado ya roto y desgastado por los años.
Los miércoles era otra, se olvidaba del pasado y vivía en presente una y mil veces el mismo momento que un día le partió el corazón. Hasta hoy, hoy ya no pasaría más, y no, nunca había decidido dejar de ir a dicho bar y terminar de una vez por todas con el dolor que le desgarraba el alma. Siempre que lo había intentado había fallado en el intento, y esta vez no iba a ser menos.

Y así se fue, con el deseo de reencontrarse una última vez con él, pues nunca tuvo ocasión de despedirse. Ese era su último y gran deseo, volver a sentir lo que sentía cuando él la tocaba, ese fuego que le quemaba la piel con tan solo el roce de sus dedos, volver a escuchar cada palabra sincera salida de sus labios sin pensar, en la que lo único que hablaba era el deseo y el corazón, abrazarle y decirle que siempre estaría allí aunque no se vieran nunca más, sonreír al recordar cosas que sólo ellos dos sabían y decirle cuanto lo había extrañado, cuan pesada era su ausencia y que a pesar de los años y los acontecimientos seguía amándole como el primer día.

Allí estaba ella, sentada donde siempre con una dulce sonrisa impresa en sus labios, más tranquila que nunca, con el corazón curado por fin de la huella imborrable que había en él.

sábado, 1 de septiembre de 2012

Sin ti, sin mí...

Perdida por las calles, sin rumbo, sin destino, sin ti... ¿A dónde se supone que voy? o mejor dicho ¿De dónde vengo? ¿ Realmente quiero que me encuentren o voy huyendo ? ¿Y si huyo de que o quien huyo? ¿Tiene acaso sentido todo esto? Muchas preguntas, pocas respuestas...
Dudas y más dudas, me hundo en un mar de dudas infinitas de sís y nos permanentes donde todo puede ser y nada es posible. Donde incluso hoy dudo te tu existencia, ¿no será todo fruto de mi imaginación? No por ser un ser ideal, para nada, nada más lejos de la realidad, pero ¿que importa? si la perfección no existe.
No busco nada perfecto pues no creo en cuentos de hadas, ya no, esa ilusión que se desvanece tan rápido como apareció o incluso más al poner los pies en el suelo, pues aunque me guste soñar, volar libre, a veces hay que poner los pies en la tierra aunque sea por un breve tiempo, o eso es por lo menos lo que aprendes cuando te vas haciendo mayor. Con el tiempo aprendes que la realidad supera a la ficción, pero no te das cuenta cuando llueve todos los días porque el camino está embarrado y crees perder el tiempo intentando avanzar ''inútilmente'', y es tan simple como pararte a observar otras opciones, nadie dijo que fuera fácil, pero hay que querer luchar, intentarlo, ¿cuantas veces habremos caído ya y nos habremos levantado? y las que nos quedan por caer...
Que estoy dispuesta a salirme del camino, a emprender aventuras, a empezar de 0, a jugar a tener al mundo en contra, a que no me importe el que dirán, a bailar bajo la lluvia, a disfrutar, y a seguir adelante pase lo que pase.
Quiero enfrentarme al miedo, mirarle a la cara y decirle que ya no me asusta, pero que no se quede en palabras, pues estas se las lleva el viento, si no defenderlas con hechos...

Quiero encontrarte y que me encuentres, y perdernos juntos, o cada uno por su lado, y buscarte y que me busques y verte sin ser vista y espiar tus gestos y callar impulsos que acabes haciendo que surjan como no lo hicieron nunca antes. Que desaparezcas y no verte más, dejar de extrañar lo que nunca hubo lo que podría no haber habido ¿o era lo que nunca habrá?

Cuando estás cerca igual es mejor la distancia, pero cuando estás lejos el deseo de verte y sentirte cerca es mayor que el de alejarme, es como jugar con los dos polos de un imán sucesivamente.

Que si tropiezo y me caigo me levanto, si me clavo una piedra me la saco y si tengo que curarme la herida sangrante me la curo, pero aún sin creer en cuentos de hadas, me encantaría saber que si me caigo estarás ahí con la mano extendida para ayudar a levantarme, que si me clavo una piedra, tú me ayudarás a sacarla y que si me tengo que curar la herida estés ahí para ayudarme y hacerme creer que con un besito se curará.

Y así juegan entrelazándose la pizquita de niña despreocupada con la joven soñadora que está en proceso de ser una fruta comestible, llámalo como quieras...