Puertas… se abren a cada minuto,
se cierran otras, abandonándolas a su suerte. A veces se cierra o se abre la
equivocada y otras, te llevas sorpresas (de todo tipo).
Cuando uno es temerario y no toma
precauciones antes de abrir una nueva puerta, corre el riesgo de coger una puerta pasajera,
de corto estacionamiento. Tal vez no le importe, pero tarde o temprano pasa
factura…
Hay puertas de todo tipo
(grandes, pequeñas…) pero eso no importa, su valía se mide en cuanto coincide
el secreto que una esconde con lo que uno busca. Y cuando la encuentra, cuando
encuentra una puerta parecida a la que siempre ha imaginado y deseado, la abre
expectante para ver que secreto esconde, qué futuro le depara y de vez en
cuando se encuentra con un parche a todos los agujeros de sí mismo. En otras
ocasiones el resultado es otro… se abre la puerta, se encuentra ilusión, un
nuevo comienzo, se llena el vacío que hace que uno tenga la manía de abrir
puertas sin mirar por la obertura primero. Pero esta sensación es efímera, y lo
que al principio le llenó e ilusionó ahora le exaspera, le hace sentirse vacío
de nuevo pero ahora en compañía. Y tarde o temprano las puertas chocan y se
elevan las astillas, en más de una ocasión provocando chispas (por no hablar de
mayores).
Y vuelve a empezar, su puerta
cada vez más resquebrajada, descuidada… y siempre un poco más desilusionado,
desesperanzado…
Demasiadas puertas le han elevado
a lo más alto para después decepcionarle y dejarle caer…
Ya no cree que exista una puerta
que esconda algo nuevo, distinto, mejor incluso, que le ilusione como antes, pero
que resulte mejor que nunca. Pero un día cuando por razones propias se intenta
deshacer de la última puerta que ha abierto en vano, encuentra por “casualidad”
una nueva, más pequeña pero más bella, con todos sus pros y contras.
Tal vez no es la puerta que
debería abrir, intenta alejarse de ella pero le es imposible, está en todas
partes, en lo más hondo de sí mismo. Le ilusiona y le persigue, le interesa…
eleva un nuevo misterio, una nueva aventura, tal vez una buena sorpresa…
Y con mano temblorosa coge el
pomo, así sin querer, empieza a girarla mientras otra parte de él se lo impide,
le queman las yemas de los dedos, pero la atracción es más grande, la fe lo es
y abre la puerta de a poco por si se escapa algo que no esperaba, pero no
sucede nada. Dentro todo es calma, un mundo nuevo pero de algún modo conocido.
No todas las puertas que en algo se parecen resultan ser iguales, ni si quiera
en aquello en lo que se parecen… Descubre la magia y decide permanecer con
ella, no quiere deshacerse de su nueva y especial puerta.
Ésta pequeña y azulada puerta se
da cuenta de que también ha elegido bien, una puerta más grande y dura, más
resistente debido al tiempo, a la experiencia. Definitivamente es la adecuada,
pues se complementan bien. Aún así de vez en cuando se siente demasiado
pequeña, demasiado azulada… y piensa que tal vez su querida puerta grande ha
cerrado puertas mejores (o que las puede abrir), de más valor, con las que se
complementaba mejor, pero un día se da cuenta de que no es así y se siente la
mejor de las puertas, o por lo menos una de ellas…