Sombras que el viento se lleva
vienen a anidar en mi cuerpo, cubren mis ojos con una cinta negra como la
oscuridad. El silencio es cortante, me frustra no oírlo venir, no poder mirarle
a los ojos al miedo. Miedo a qué te preguntarás y yo, avergonzada en parte, te
diré que a perderte, perder a lo que más quiero, a esa persona que me ha hecho
sentir especial y que cada día me demuestra que vale la pena seguir adelante,
que es real, sobre todo eso.
Quien hubiese dicho que te
encontraría delante de mí, después de haberte buscado tanto, después de haber
llovido desesperada por no saber por dónde podría buscarte y por fin
encontrarte. Por pensar que era tarde, que ya no esperarías por mí después de
tantos siglos, que tanto tú como yo hemos cambiado, no sabría decirte cuanto,
no recuerdo tu viejo rostro. Tuve miedo incluso de no reconocerte pero cuando
te vi, sentí que juzgaba lo evidente. Qué más da tu rostro, la apariencia bajo
la que ahora eres y bajo la que ahora soy, solo necesitaba dejar mi corazón
hablar y él lo hacía cada vez más fuerte, de forma más intensa y de repente un
gemido estremecedor de aquel que llora al encontrar lo perdido me dijo que eras
tú a quien tanto busqué, que valió la pena la espera y me di cuenta de que
nunca dejé de creer en ti, mantuve la esperanza y sobre todo creí.
Y después de mil años de
tormenta, de haber encontrado por fin lo que tanto buscaba pensar que puedo
perderte, que puedes irte tal como llegaste me estremece. Y siento cómo el
miedo cala en mí, me encoje, me aprieta del brazo fuerte y pretende hacerme su
prisionera, me sonríe seductora y fríamente, rozando la ironía, me desafía,
pretende envenenarme de la manera más efectiva, anida entre pensamientos, se
nutre de ellos para pudrirlos con tacto ágil. Le miro curiosa, desafiante, me
siento valiente contigo a mi lado, de repente cuando el juego se está tornando
a su favor, cuando estoy a punto de sucumbir, me asías fuerte, me acercas al
manantial de la vida que es tu cuerpo y como si hubieses leído en mis ojos me
besas intensamente.
La cinta negra cae, el miedo se disipa, me miras
a los ojos y sonríes, ahora comprendo que la victoria es nuestra. El miedo se
desvanece, con tanta facilidad que me sorprende, me has salvado como yo hoy te
he salvado a ti. Mi amor, nunca sucumbas, no te dejes llevar, no te dejaré que
lo hagas, ven, bésame, así siempre seremos más fuertes que él.