Mi cuerpo se estremece ante
el frío vacío de mi interior mientras tu mano me sujeta y me
expone desnuda e indefensa al mundo.
Y entonces, una
chispa acaricia mi cuerpo debido al contacto con el tuyo, clavas tus ojos
ardientes en los míos, formando mares de agua dulce que poco a poco deshielan mi
alma.
Tus brazos me cubren y tus manos atrapan
cada una de esas gotitas de vida; mis labios hacen una mueca que lentamente se
convierte en una bonita y sincera sonrisa, tú sonríes también.
Me apartas el
pelo de la cara y me besas suavemente como si tuvieras miedo a hacerme daño, te
abrazo con todas mis fuerzas, toda mi energía va a parar a tu cuerpo y entonces
lo sientes.
Sientes que ya
no puedes dejar marchar sin más ese cuerpo, no puedes dejar de besar esos
inocentes labios, ni dejar de querer más, a ti también te ha tocado.
Hacer sentir,
compartir, proteger sin herir, pero ya es tarde, la mordedura ha rasgado mi
piel quemando en ella tu huella, la que ahora lames a modo de disculpa.
En ese preciso
momento te miro perpleja y poco a poco empiezo a entender, cala en mí la
verdad, esa que llevas arrastrando durante tantos años, el peso que justifica
tus actos. Pero...
¿Por qué yo? ¿Por qué ahora? ¿Por qué así...?
Y por un
segundo te odio con todas mis fuerzas, por sentirme así, pero no puedo
odiarte…
Tiempo indefinido, futuro incierto, agradable
locura, dulce perversión… eternidad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario