Look up and get lost

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sábado, 6 de octubre de 2012

Lluvia de otoño

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Acababa de decidir que me pondría las botas marrones que tanto me gustan, me calcé y me abrigué con chaqueta y bufanda. A continuación salí a la calle con la intención de volar lejos, respirar aire puro, deshacerme de las ganas de desaparecer, de abandonarme a la nada, desahogarme...

Ojalá pudiera decir que me metí en un precioso bosque solitario de altos árboles de bonitas hojas naranjas que caían a mi paso. Cómo me encantaría poder decir que me puse a dar vueltas sobre mí misma, y que a continuación caí sobre un montoncito de hojas que se habían acumulado en el suelo haciéndolas crujir bajo mi peso.

Como también que me encontré un libro curioso que recogí con cuidado y que me senté en una butaca amarilla instalada por no se sabe que motivo en medio del bosque. Empecé a leer el libro dándome cuenta de que no era cualquier historia, era una que yo conocía muy bien, que aunque con el tiempo hubiese olvidado algunas de sus partes había dejado huella en mí.

Era el libro de mi vida, escrito con tintas de colores, con letras diferentes, marcado con todo tipo de huellas y recuerdos, tanto mías como de todos aquellos que en algún momento formaron parte de dicha historia por breve que fuera su estancia.

Darme cuenta de todo lo que olvido a veces cuando es momento de recordar, para no volver a cometer el mismo fallo y ya no por mí, sino por los demás...

Sonreír por todo aquello maravilloso y no tanto que he vivido, simplemente por haberlo hecho; Alegrarme por la gente que he conocido y sobre todo por aquella que vale la pena; Recapacitar sobre qué falló con todos aquellos que una vez se fueron, aunque puede que sea tan sencillo como que ya cumplieron su parte en mi historia y yo en la suya...

Y con la inmensa alegría que me invade, notar como queman las lágrimas que quieren salir, sin motivo aparente. La alegría, la tristeza, la melancolía, lo que no fue, lo que podría haber sido, y lo que podría haber sido diferente, todo esto se entremezcla formando un nudo en el estómago que atenaza hasta la garganta.

Y era por eso mismo por lo que había decidido salir de casa a tomar el aire, me estaba ahogando en un pasado que pasó, algo que no tiene sentido volver a mirar si no es en una mirada fugaz, pues es peligroso.

Sí, necesitaba respirar, pero no solo eso, sino alguien que me acogiera en sus brazos sin hacer preguntas, sin juzgarme ni criticarme en ningún sentido, sin esperar nada de mí y sin que yo me esperara nada de él, ni siquiera alguien que me entendiera, si no que escuchara los susurros desesperados que nunca llegué a pronunciar, cada palabra y sentimiento roto como cada uno de las palabras y sentimientos encontrados.

Dejé el ''libro'' sobre mi regazo, cerré los ojos y me recliné hacia atrás apoyándome en el respaldo, elevé la cabeza un poco y aspiré profundamente.

De repente sentí el abrazo caluroso y acogedor que tanto necesitaba, sin palabras ni explicaciones, simplemente lo sentí, no puedo decir que alguien me lo proporcionara pero lo sentí, estaba ahí sentada abrazada al abrazo que nunca me pude dar, sintiéndome bien. Ya no hacía falta fingir ni esconderse.

Entonces, una gota cayó sobre el libro abierto y a continuación otra y otra, cada vez más grandes. Y así la tinta corrió sin control llenando las hojas de colores, pegándolas entre sí, y haciendo desaparecer todo lo que ponía en ellas.
Y ahora, ya no queda nada, ya nada tiene sentido, ninguna de las frases ni palabras que habían sido escritas en su día.

Y entonces miré hacia arriba y sonreí lloviendo, el cielo llovía conmigo, calmando el calor que anidaba en la tierra y apagando las llamas que anidaban en mí; dejando correr todo lo malo, borrando el pasado e incluso el presente, pero no lo suficiente como para vivir en futuro.

Si tan solo pudiera decir que era cierto, que me me levanté, tiré el libro a mi paso y cayó en un charco de barro, que me daba igual, por que la historia no se pierde, se tiene en cuenta, pero no se vive de ella, si no que se hace cada día una nueva página que mañana ya será pasado y habrá que seguir adelante sin dejar de escribir aunque no sea la mejor historia del mundo.

Pero no, nada de esto pasó, ni siquiera me llegué a poner las botas que siguen guardadas en su caja.
Simplemente miré por la ventana, me compadecí del cielo y llovimos juntos escuchándonos sin hablar.

1 comentario:

  1. oh que lindo, me encanto.
    Adoro el otoño, tu texto me tuvo embelesada *_*
    Un beso ♥
    May R Ayamonte

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