Look up and get lost

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miércoles, 5 de septiembre de 2012

Café frío

Era una mañana cualquiera de otoño, ella estaba preparada para salir a pasear, dar una vuelta a su ritmo disfrutando del fresquito que tanto tiempo había estado esperando.
Mientras paseaba pensaba sonrojándose en la tarde, había quedado con él, ese enigmático chico que hacía temblar su mundo, con el que ningún momento era malo para quedar, verse, conversar...

Estaba intranquila, casi no había dormido esperando el encuentro, se le hacía eterno el tiempo, hasta que después de muchísimas horas por fin eran las 17:30.
Estuvo todo el día en las nubes, bailando al ritmo de la canción de la vida, feliz, extasiada.
Se había puesto un bonito vestido floreado que le quedaba como anillo al dedo, unas bonitas sandalias que lo complementaban y así y con un bolsito salió en busca de su dosis de felicidad.

Llegó al bar de siempre, se sentó cerca de la ventana para verlo venir, aunque todavía era algo pronto, por lo que se pidió un café, cuando el llegara volvería a pedir.

Cuando le trajeron el café humeante lo primero que hizo fue calentarse las manos con la taza, y aspirar su rico olor, dio un pequeño sorbo y se quemó la lengua, así que decidió esperar un poquito más.


Él que siempre entraba sonriente en el bar unos minutos tarde, con olor a humo de tabaco y la saludaba de lejos con una reverencia que a ella le hacía mucha gracia, él que cada vez venía con otro truco que la dejaba sorprendida sin revelar jamás el secreto, y aunque se lo hiciera cada día, aunque fuera el mismo juego, ella siempre estaría admirada, era increíble la maña que tenía él para esas cosas.

Él que le había susurrado palabras de todo tipo al oído, la había acariciado y besado apasionadamente por todos los recovecos de su cuerpo, el mismo que le hizo creer en el amor, que la hizo sentir viva y que pese a todo siempre estuvo allí cuando ella lo necesitaba y viceversa.

Todo eso pasó hacía tanto tiempo, pero ella no lo olvidaría jamás, había convivido la mitad de su vida con ello, y lo revivía una y otra vez, estaba enferma de anhelo, quería revivir todo aquello que un día vivieron juntos, todo lo que se enseñaron mutuamente y los secretos que les reveló la vida en ese tiempo en que nada podía separarles.

Era tan grande la pérdida, tal el vacío de su corazón que se le hacía insoportable, no veía el momento en quitarse ese ''estúpido'' músculo que no le traía más que dolor.

A sus 90 años volvía cada miércoles al mismo bar donde ellos solían quedar, siempre se repetía la misma historia, y cada una de las veces miraba impaciente por la ventana a ver si lo veía venir, a sabiendas de que era imposible, él ya no estaba, pero el deseo de que así fuera, verlo entrar por esa puerta era más fuerte a la realidad, nunca quiso creer que se había ido para no volver jamás.

Y así vivía recordando aquel día en que cuando se dio cuenta ya había anochecido, estaban a punto de cerrar, había estado horas allí sentada sola, con un café ya hacía bastante tiempo frío entre las manos.
Su mirada verde fija en un punto determinado, sin apenas parpadear, estaba lejos, muy lejos, al igual que su mente.

Allí no podía sentir dolor, ni pena, ni anhelo, se dejaba llevar por lo que fuera ese punto calmado donde no había exactamente nada. Fue quizás en este momento en el que se abandonó a sí misma, después de arrastrar durante tantos años dicho dolor. Se veía ya sin fuerzas para seguir enfrentando los días así, repitiendo cada semana la misma historia feliz con amargo final. Cuando llegaban los miércoles despertaba más joven que nunca, con las emociones y sentimientos a flor de piel, como si fuera aquel día ya tan lejano, sacaba lo más bonito de su armario, siempre aquel bonito vestido floreado ya roto y desgastado por los años.
Los miércoles era otra, se olvidaba del pasado y vivía en presente una y mil veces el mismo momento que un día le partió el corazón. Hasta hoy, hoy ya no pasaría más, y no, nunca había decidido dejar de ir a dicho bar y terminar de una vez por todas con el dolor que le desgarraba el alma. Siempre que lo había intentado había fallado en el intento, y esta vez no iba a ser menos.

Y así se fue, con el deseo de reencontrarse una última vez con él, pues nunca tuvo ocasión de despedirse. Ese era su último y gran deseo, volver a sentir lo que sentía cuando él la tocaba, ese fuego que le quemaba la piel con tan solo el roce de sus dedos, volver a escuchar cada palabra sincera salida de sus labios sin pensar, en la que lo único que hablaba era el deseo y el corazón, abrazarle y decirle que siempre estaría allí aunque no se vieran nunca más, sonreír al recordar cosas que sólo ellos dos sabían y decirle cuanto lo había extrañado, cuan pesada era su ausencia y que a pesar de los años y los acontecimientos seguía amándole como el primer día.

Allí estaba ella, sentada donde siempre con una dulce sonrisa impresa en sus labios, más tranquila que nunca, con el corazón curado por fin de la huella imborrable que había en él.

3 comentarios:

  1. Me gusto mucho, es un relato muy bueno. Me metiste de lleno.
    Un besazo, te espero^^

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    Respuestas
    1. Muchas gracias :D

      Dentro de poco apareceré, ya verás ;)

      Pero ahora a aprovechar la inspiración

      Un besazo

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  2. Muchas gracias :)

    Allá voy, por el nombre me suena a moda y.... síii!! :D

    Por lo que veo no está nada mal, te sigo y te guardo en favoritos así no se me olvida de pasarme y leerte profundamente y tomar nota de las nuevas tendencias jeje ;)

    Un beso

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